Los halógenos (término que proviene del griego significa “formar sal”) incluyen los elementos químicos cloro (Cl), bromo (Br), flúor (F) y yodo (I). Al fabricar cables, estos se utilizan para hacer que ciertos materiales aislantes del núcleo y del revestimiento sean retardantes a la llama. Aquí es donde el cloro (que es un componente del plástico PVC o del caucho de cloropreno) y el flúor (que se encuentra en los materiales de alta temperatura FEP, PTFE y ETFE) entran en juego. Incluso el bromo se utiliza como material retardante a la llama para cables y conductores.
El problema de estos materiales es que arden de manera extremadamente agresiva y emiten gases tóxicos cuando se incendian. Producen haluros de halógenos que se convierten en ácidos al entrar en contacto con la humedad y pueden causar quemaduras ácidas en las vías respiratorias. Además, los ácidos liberados pueden causar la corrosión de partes metálicas, dañando máquinas e incluso los refuerzos de acero utilizados en las estructuras de los edificios. Esto puede traer la necesidad de grandes esfuerzos en procesos de descontaminación que resultan costosos tanto a nivel económico como en tiempo.
La retardancia a la llama en cables es, por supuesto, un criterio muy importante para las medidas de prevención de incendios. También hay una serie de aplicaciones que requieren explícitamente productos libres de halógenos, lo que significa que los cables deben estar fabricados con materiales que no contienen cloro, bromo, flúor ni yodo. Si estos cables se incendian, producen mucho menos ácido y humo, y son menos tóxicos, lo que reduce significativamente los daños consecuentes a personas, edificios y máquinas. Sin embargo, gases tóxicos como el monóxido de carbono se siguen emitiendo en caso de incendio aunque sean cables libres de halógenos.
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