Sin ilusión y entusiasmo, ni Industria 4.0, ni futuro
El futuro de la Industria Metalúrgica pasa por abarcar mucho más que todas las bondades que nos trae la Industria 4.0: la conectividad, la monitorización en tiempo real, el análisis de datos en planta, el seguimiento real de las órdenes de producción, etc. En definitiva, una nueva manera de organizar los medios de producción.
Represento a la segunda generación de una empresa madrileña dedicada al curvado de tubos y perfiles metálicos (un sector muy especializado dentro de la Industria Metalúrgica) y las dificultades que nos encontramos para crecer como empresa siempre son dos: el capital humano y el conocimiento (prefiero el término en castellano que el repetido know how, aunque éste suene más moderno, más cool, claro).
Recientemente hemos podido terminar con éxito un proyecto en el que sin la profesionalidad de todos los que han/hemos participado en él, desde diversas disciplinas y áreas de trabajo, no hubiera sido posible su logro. Por eso, cuando leo las revistas del sector, sigo cada newsletter que llega a mi buzón sobre máquina herramienta, estoy atenta a lo publicado en redes sociales, me sorprende leer noticias que, en primer lugar, parecen estar escritas para ser leídas sobre un púlpito. Y en segundo lugar y más importante, en términos generales resultan distantes y frías y dejan al pequeño empresario con un regusto amargo, de temor, hacia lo que se avecina. Uno termina de leer sobre avances y técnicas novedosas y, a la postre, saca como conclusión que no sabe muy bien qué le vale para aplicar a su empresa de todo lo que ha leído. El concepto “transformación digital” es tan etéreo, a veces tan incomprensible para el pequeño empresario, que puede resultar un objetivo muy ambicioso por el vértigo que implica la cantidad de retos que hay que afrontar, sobre todo si tenemos en cuenta los recursos que tenemos las pequeñas empresas.
Ramón Madina, director de Egasca, decía en una entrevista ofrecida a Interempresas: “Trasladar a una firma industrial el concepto de Industria 4.0 es un proceso, no un evento”. Y estoy de acuerdo con él. El otro día me decía un comercial que le había venido a preguntar un empresario de mi sector qué había de Industria 4.0 en su catálogo de máquina herramienta… No hubo respuesta. Y, sin embargo, las diversas marcas que nos nutren a los curvadores están en continuo desarrollo de sus productos, apostando por máquinas eléctricas e incorporando toda esa tecnología digital que posibilita muchos adelantos: el recambio de piezas antes de su completo desgaste, la virtualización del trabajo del operario de curvado, etc. Pero aún así es evidente que sigo sin tener empresa si no dispongo del capital humano necesario.
He llegado a leer que la Industria 4.0 supondrá un menor coste y menor implicación o experiencia del operario. Hoy por hoy, en mi sector, esta circunstancia no se puede aplicar. Pero es que además no puedo estar más en desacuerdo. Una empresa para que sea exitosa depende en gran medida de su personal, de la implicación que éste tenga y ello es directamente proporcional no sólo al sueldo recibido sino a las condiciones de trabajo que disfruta (o padece). Un artículo en K2K de Pablo Aretxabala decía que había que preguntarse por qué la gente prefiere trabajar en la administración pública en detrimento del sector privado. Y azuzaba a los empresarios para hacernos mirar el trato que damos a nuestros empleados, qué condiciones de trabajo les ofrecemos, el sueldo, etc. Y tiene razón. Koldo Saratxaga decía en una entrevista a El País allá por el 2008 que había que “estrujar a las máquinas y mimar a las personas”. Para una pequeña empresa puede resultar muy difícil implantar unas condiciones laborales similares a las de una gran empresa, pero es que sin las personas tampoco hacemos empresas sólidas y duraderas.
Y para que una organización (¡y no sólo profesional!) sea duradera hace falta entusiasmo. Si uno no se levanta por las mañanas con ganas de atacar el día, no puede rendir lo que se espera de él. Es preciso, pues, motivar, entusiasmar. Como decía en aquella entrevista Koldo Saratxaga, hay que “estimular, facilitar y responsabilizar” a las personas. Hoy pienso que sí es posible entusiasmar ¡incluso hasta trabajando entre hierros!
Hace unos meses acudía a unas jornadas de desarrollo empresarial donde el consultor y formador Emilio Duró dio una vibrante conferencia titulada “Tú quieres, tú puedes, ¡Tú eres capaz!” en la que decía que “el optimismo, la pasión, el trabajo duro y el conocimiento” eran los secretos del éxito. Bueno, dijo eso y mucho más. Y lo dijo, no sentado en una mesa larga sobre un escenario mirando al público con rostro serio. No. Este señor entusiasta y elocuente, que no utiliza micrófono y obliga a los asistentes a aguzar el oído porque habla como el rayo y además ríe entre frases, no se sentó ni un solo momento. Este hombre, también empresario, se deslizaba por el escenario como un bailarín de claqué, bajaba y subía reiteradamente las escaleras de acceso al patio de butacas del recinto, cruzaba el escenario a grandes zancadas, casi a saltos, emitiendo gorgoritos fruto de la emoción de sus palabras…Estuvo dos horas largas hablando de motivación, del éxito, de las razones que nos mueven al cambio. Yo le miraba y me parecía extraordinario que todos estuviéramos allí, autónomos y pequeños empresarios de polígono industrial, embobados escuchando lo que pudiera parecer una ristra de ingenuidades si no fuera porque lo está diciendo un señor que tiene un sólido currículum y vida profesional tan interesante detrás. De modo que me reitero, de nada sirve avanzar hacia la Industria 4.0 si tratamos a nuestros empleados como simple mano de obra. Me encanta la frase del director de orquesta Benjamin Zander: “el éxito lo puedes cuantificar por la cantidad de miradas brillantes que logres encender”*. Definitivamente, a la postre, la ilusión es la única motivación que nos lleva a la acción, en este caso, de mejorar como empresa.
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