No es extraño ver piezas de acero inoxidable que se han oxidado, sin motivo aparente, al poco tiempo de salir del taller. Y resulta dramático cuando el que nos las muestra es un cliente decepcionado que pregunta por qué; sin duda, se pasa mal.
La explicación es sencilla: en el procesamiento del material (plegado, corte, soldeo, manipulación…) hemos dañado la capa pasiva que protege el metal y lo convierte en inoxidable de forma efectiva, con lo que perdemos la ventaja de emplear una aleación rica en cromo.
Y la solución tampoco es difícil: hay que regenerar dicha protección mediante el correspondiente pasivado, para volver a acotar la oxidación. Una operación adicional, sí, pero es la que garantiza el final feliz del trabajo; y merece la pena.
En SDINOX nos dedicamos precisamente a eso, a asegurar que el inoxidable se encuentre en las mejores condiciones de partida, ante su destino final.
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